martes, mayo 30, 2017

La nueva máquina para detectar males por el olor.

(Viktor Koen)
Cada uno de nosotros tiene una “huella de olor” singular conformada por miles de compuestos orgánicos. Estas moléculas dan un dejo olfativo de quiénes somos, y revelan nuestra edad, genética, estilo de vida, ciudad de residencia —incluso los procesos metabólicos que subyacen en nuestra salud.
Los practicantes médicos griegos y chinos de la antigüedad usaban el aroma de un paciente para hacer diagnósticos. La investigación moderna también confirma que el olor de la piel, el aliento y los fluidos corporales de alguien pueden indicar una enfermedad. El aliento de los diabéticos a veces huele a manzanas podridas, reportan expertos; la piel de los pacientes con tifoidea, a pan horneado.
Pero no todos los médicos tienen una nariz que es un instrumento de precisión, y los perros, aunque ases para detectar el cáncer con el olfato, se distraen. Así que los investigadores han tratado de descubrir la forma de crear un sensor de olores a bajo costo para diagnósticos rápidos, confiables y no invasivos.
El campo finalmente parece estar acariciando el éxito.
Owlstone, fabricante de sensores químicos en Cambridge, Inglaterra, recaudó 23,5 millones de dólares para poner su tecnología de análisis de olores en las manos de los médicos clínicos. Y el Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña está financiando una prueba clínica para probar el sensor de Owlstone a fin de diagnosticar el cáncer de pulmón. El sensor es un chip de silicio que contiene capas metálicas y minúsculos electrodos de oro que funciona como un filtro químico.
Las moléculas en una muestra de olor primero son ionizadas —se les imparte una carga— y luego se usa una corriente eléctrica para mover sólo sustancias químicas de interés diagnóstico por los canales grabados en el chip, donde pueden ser detectadas.
“Puedes programar lo que quieres detectar olfativamente simplemente al cambiar el soft­ware”, dijo Billy Boyle, cofundador de Owlstone. “Podemos usar el dispositivo para nuestras propias pruebas del cáncer colorrectal, pero también puede ser usado por nuestros socios para buscar otras cosas, como el síndrome del intestino irritable”.
Una tecnología diagnóstica similar está siendo desarrollada por un ingeniero químico israelí, Hossam Haick.
Su máquina emplea sensores compuestos por nanopartículas de oro o nanotubos de carbono. Están cubiertos de ligandos, receptores moleculares que tienen una alta afinidad por ciertos biomarcadores de enfermedades hallados en el aliento exhalado.
Cuando estos biomarcadores se adhieren a los ligandos, las nanopartículas y los nanotubos se inflan o se encogen, cambiando el tiempo que se tarda para que una carga eléctrica pase entre ellos. Este aumento o pérdida de conductividad se traduce en un diagnóstico.
Gracias a la inteligencia artificial, la máquina mejora con cada exposición su capacidad de diagnosticar. Haick y otros publicaron un estudio en diciembre mostrando que su nanodisposición artificialmente inteligente podía distinguir entre 17 enfermedades diferentes con una precisión de hasta un 86 por ciento.
En Estados Unidos, investigadores del Centro Monell de Sentidos Químicos y la Universidad de Pennsylvania trabajan en un sensor de olores que detecta el cáncer de ovarios en muestras de plasma sanguíneo.
El equipo escogió el plasma porque tiene menos probabilidades que el aliento o la orina de estar corrompido por factores como la dieta o las sustancias químicas ambientales, entre ellos los productos de limpieza o la contaminación.
En lugar de los ligandos, sus sensores dependen de fragmentos de ADN de cadena sencilla para hacer el trabajo de adherirse a las partículas de los olores.
Por KATE MURPHY

Leído Diario Clarín

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